Thursday, June 16, 2011

Escapadas rurales: 6 estancias recomendadas para alejarse de la ciudad

En Argentina encuentra seis lugares donde puedes pasar más bien un paraiso infinito y practicar un turismo


rural evitando toda la contaminación, el ruido y las grandes masas de la vida citadina un poco de aire puro, en el silencio del monte le acientan muy bien a cualquiera asi que estos son los lugares para darte el gusto.



El turismo rural es uno de los rubros turísticos que más ha crecido en la Argentina en los últimos tiempos: si diez años atrás había unos 300 establecimientos dedicados a esta actividad,

hoy ese número se ha cuadruplicado, según datos oficiales del Ministerio de Turismo de la Nación.

En todo el país, cada vez más estancias complementan sus tareas productivas abriendo las tranqueras al turismo tanto para ofrecer días de campo bien auténticos como para brindar alojamiento cinco estrellas, atendidas por sus propios dueños o por expertas gerenciadoras multinacionales.

Buenos Aires es especialmente generosa en opciones para comprobar las razones del boom. Palacios históricos y discretas y cálidas casas rurales; asadores y cocina francesa de autor, y hasta programas de yoga y meditación. Y lo mejor es que está todo acá nomás. Aquí, seis opciones, seleccionadas para distintos g

ustos, ondas y presupuestos.


1. VILLA MARIA
De qué se trata: ¿Realmente alguna vez hubo gente que vivió en lugares como este? Eso es lo que uno se pregunta al admirar esta mansión de estilo Tudor-Normando de 3000 metros cuadrados diseñada por Alejandro Bustillo, uno de los más renombrados arquitectos criollos, en tierras adjudicadas en 1825 por Juan Manuel de Rosas a don Félix de Alzaga. Hoy, este palacio rural es un hotel de once suites, wine bar, sala de habanos y más. Todo en Máximo Paz, a sólo 45 minutos del centro, por la autopista Ezeiza-Cañuelas.


¿Y ahí qué hacemos?: Hay canchas de polo,

ocho canchas de tenis (by Vilas Tennis Club) y, próximamente, 18 hoyos de golf, spa y centro ecuestre. 

Además, bicis, caballos y carruajes. La cocina, más que casera, es gourmet y de autor, inspirada en la gastronomía argentina de principios de siglo XX. La novedad: junto con profesionales de la Fundación Vida Silvestre, se diagramó un recorrido por 70 hectáreas de parque diseñado en 1918, que permite apreciar más de 150 especies de árboles y plantas. El tour termina con un té con pastelería de campo en las galerías de la casa.

Lo mejor es: La casa, sencillamente de fantasía. El parque, con unas 350 especies de árboles, en muchos casos exótico

s.


2. BELLA VISTA DE GUERRERO
De qué se trata: Otro imponente casco del siglo XIX, como para sentirse protagonista de una glamorosa ficción retro. Está en Castelli, a dos horas de Capital, por la ruta 2, a orillas del río Salado, en un campo de lomadas, llanos, humedales y 60 hectáreas de monte nativo. Sensiblemente más importante que otros cascos bonaerenses, cuenta con 17 habitaciones, dos restaurantes (cocina internacional y regional), café, cava, sala de juegos, biblioteca, business center, pileta y, sí: spa.


¿Y ahí qué hacemos?: Caminatas, actividades rurales, pesca, bicis, deportes varios… pero también, con debida anticipación, se pueden programar desde prácticas en el autódromo cercano hasta vuelos en globo. En el spa, masajes, drenaje linfático, reflexología, piedras calientes, hidromasajes y sauna. También cuenta con su propia cava, donde se pueden degustar etiquetas sobre toneles devenidos mesas.


Lo mejor: El campo en sí, único. El spa: pocas estancias lo ofrecen (la mayoría sólo cuenta con la posibilidad de masajes). Y la variedad en la gastronomía: parrilla y horno de barro, pero también cocina más sofisticada y notable pastelería.


3. EL SOSIEGO
De qué se trata: En Arrecifes, a una hora y media de Capital (160 kilómetros por Panamericana Pilar), es un antiguo haras reciclado con seis habitaciones en suite, pileta, salones y cinco hectáreas de parque con frutales, huerta orgánica y animales de granja. Una opción simple, donde no vivieron presidentes ni se filmaron películas, pero que garantiza tranquilidad, aire puro y una estadía descontracturada a una tarifa más que accesible.

¿Y ahí qué hacemos?: Se puede andar a caballo, en sulky y en bicicleta. Hay laguna y arroyo donde pescar. A sólo diez minutos, se encuentra una cancha donde se puede arreglar una jornada de golf. Para comer, asado, pollo al disco y más delicias con ingredien

tes que los mismos comensales pueden ayudar a recolectar de la granja y la huerta.

Lo mejor: La atención personalizada de sus dueños: turismo rural realmente a escala uno en uno.


4. LA ORIENTAL
De qué se trata: Queda en Junín, a 250 kilómetros de Capital y es uno de los cascos más señoriales de Buenos Aires. Otra de esas estancias con varios nombres patricios en su historia: se encuentra en campos que pertenecieron a Federico Rauch y Manu

el Dorrego, pero fue hecha construir en 1880 por Don Justo Saavedra y conserva hasta hoy parte de su mobiliario original importado de Europa. Son siete habitaciones, cálidas salas, galerías, pileta y muelle sobre la laguna El Carpincho, todo en un bosque de más de 30 hectáreas.


¿Y ahí qué hacemos?: Lecciones de equitación, masajes y hasta arquería y pesca con mosca en la laguna. Para comer, asados, lechón, cordero, carbonada. Pero lo más original es que ofrecen también unos interesantes “retiros sanos” de dos noches con instructora de yoga, sesiones de meditación y comida vegetarianas. Los fines de semana, se puede coordinar para hacer vuelos en parapente.


Lo mejor:  Gran lugar para quienes tengan debilidad por la decoración. La estancia fue abierta al turismo por su actual dueña, Estela Ocampo de Torello, una decoradora que se ocupó de devolverle al casco su tradicional esplendor.


5. LAS VIBORAS
De qué se trata: Desde la ciudad, hay que hacer 230 kilómetros hacia el sur (Tordillo, cerca de Dolores) para llegar a esta estancia que, cuentan, fue habitada por Rosas (pertenecía a su hermano Prudencio) durante cuatro años. Parte de la casa (de arquitectu

ra criolla con elementos neoclásicos italianos) fue edificada hacia 1820, aunque otro sector es bastante más “nuevo”, de unos 60 años atrás. El campo, donde hoy se crían caballos de polo, es de unas 9000 hectáreas, pero el casco cuenta con sólo cinco habitaciones, además de la sala de juegos, el comedor, living de señorial chimenea, biblioteca y pileta.


¿Y ahí qué hacemos?: Cabalgar, pasear en carruaje o canoa, participar de las actividades diarias del campo y comer muy bien.


Lo mejor: Que son pocas habitaciones en una gran extensión de campo donde no es raro ver, aparte de caballos y vacas, ciervos. Para comer, el cordero a la cruz y el cochinillo al horno de barro, todo con carnes y verduras de la misma estancia.



6. LA RICA
De qué se trata: Otra estancia histórica, cuyo origen se remonta a la primera mitad del siglo XIX, con la particularidad de que se encontraba en la línea de fortines bonaerense, lo que explica la presencia de cañones. Efectivamente, el casco cumplía funciones productivas, pero también de defensa, lo que lo hace un lugar muy especial. Hoy es Patrimonio Histórico Nacional. Se trata de tres casas, con sus respectivas habitaciones, vinculadas con galerías, glorieta y arboledas de Camelias a la antigua. También hay un jardí

n de película diseñado (must de época) por Carlos Thays. Queda en Chivilcoy.


¿Y ahí qué hacemos?: Paseos en bicicleta, a caballo y en carruaje, recolección de frutos en la quinta, masajes, polo para principiantes, pileta, sala de DVD, y un amplio menú para chicos, con juegos y actividades rurales.

Lo mejor: Las singulares características de la casa, que incluyen torretas defensivas y túneles de escape. También, la cocina caserísima: lentejas, bifes y pollo al disco, tortas fritas, miel y dulces con frutas de la quinta. Atención con el té de menta, el café con confituras de naranja y los panqueques con dulce de leche que puede llegar a preparar la misma dueña, Teresa Achával.

Cortesia de Revista Joy